Sí, así es, ya sé que saldrán los de siempre a decir que de a dos todo es más lindo, pero qué quiere que le diga, debe ser que soy adicta a los tríos, a mi lo de a dos me cae grueso.
Además, la realidad parece que me haya la razón, porque le gusta presentar las cosas de a tres, así, impar incluso, porque si lo de a dos no te gusta, podes elegir cuatro, cinco y así, pero no, a la realidad le gusta el tres, sino miren, las trinidades tradicionales:
Los tres reyes magos, Las tres Marías, Gaby, Fofó y Miliki
Tres fueron los hijos de Adán y Eva, y tres también, las tres trillizas de oro. Tres grados básicos en la masonería del rito escocés antiguo y aceptado (aprendiz, compañero y maestro), y otra vez el tres, en los tres míseros pesos que quedan en casa. Tres, los pináculos del idealismo alemán (Fichte, Shelling y Hegel), y tres las cucharaditas de miel que le pongo al café. Tres, los tres chiflados, tres, los mosqueteros famosos sin contar a D'Artagnan y al fin tres también, los chanchitos del clásico cuento.
¡Si habrá trinidades! Yo no sé cuál sea la utilidad de saber de esto, pero en todo caso, habrá que seguir investigando...
Para colaborar, rapidito: Tres son los personajes del complejo de Edipo, para Freud, tres las etapas del complejo de Edipo, para Lacan, tres las escuelas vienesas de psicoterapia, para Víctor Frankl, tres los momentos de la dialéctica hegeliana, tres las carabelas de Colón.
Evidentemente, el tres es un número humano, que nos salva del binarismo.
Y hay una trinidad no legitimada en Juan y Pinchame (quienes, como sabemos, se fueron al río y el pobre Juan se ahogó), asomándose de soslayo, para las mentes curtidas por la experiencia, en el sufijo "me".
Todo un tema, el número tres.
Porque tampoco hay que olvidar que para muchos hoy la vida es... es... ¡estrés!
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