El niño vino cantando con la música de una canción que me cantaba mi madre cuando yo tenía 8 años: ya se murió el burro que acarreaba el vinagre y que ya se lo llevó dios de esta vida miserable, que turururú que así lo quieres tú.
La verdad es que era una canción triste, quién soporta la muerte de un burrito, con los simpáticos que son, velludos y de algodón como Platero.
Sorprendida de escuchar esa canción con letra apócrifa, me puse a cantarse la verdadera letra, cayendo en cuenta, tarde, que la cancioncilla era triste, deprimente, melancólica y que a no ser que la cantaba mi madre, seamos honestos, no es la Traviatta, todo lo cual se me vino en mente en cuanto le vi la cara al niño, al que lo sorprendió más aún mi versión.
Así no es Abu, me decía. En principio, me quedé callada, pero luego me di cuenta que él se había quedado así, melancólico, exactamente como nos quedábamos nosotros al oír a mamá, pero en este caso, el niño, contrariado, porque aunque prefería pensar en su versión en vez de la mía, pero ya dudando por estar acostumbrado a escuchar la verdad de mi boca.
El asunto es que por querer borrar esa impresión, comencé a hablar de los burros famosos, y resulta que ni Platero se salva, todos los burros de las historias son más bien melancólicos o ignotos, por ejemplo, el burro que montaba Sancho Panza, al lado del Quijote, hasta el burro que acompaña a Shrenk que por más gracioso que quiera parecer, se pasa toda la película deseando ser un garañón, hasta que lo logra con pócimas mágicas y ni siquiera por mucho tiempo.
Niño, los burros tienen una vida cómoda, le digo, sólo porque no sé cómo cambiar la historia.
Los burros, niño, en realidad, llevan una vida secreta, en la que son importantes, pero no lo hacen notar.
Entonces vos cómo sabés, dice el niño. Lo sé porque el burro, niño, es un animal que tiene muchos nombres, nadie se tomaría el trabajo de ponerle muchos nombres a algo poco importante, desde Platero en adelante, son jamelgos, gañán, pollinos, borricos, asnos, mula y sin dejar de señalar la mulánima, de las más famosas pero menos vista.
El burro niño, es el Clark Kent de los animales, esa vida aparentemente tranquila esconde un aventurero.
Es así que el burro tiene dos vidas, una en las esquinas de las escuelas, en la vida de personajes secundarios, en las canciones melancólicas, y otra en la real, es más que la máscara de una criatura muy útil, sino escuchá: burro de arranque, casco de burro, lomo de burro, mosca de burro, pájaro burro, pie de burro, y tantas vidas del burro que irás descubriendo.
Yo creo que en la escuela, donde le enseñaron la canción del burro con otra letra, le enseñan al niño ciencia ficción.
Qué tiempo estos, con tantas inexactitudes tergiversan todo.
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