Pedro cumplió 14 años el 16 de julio del año 2.103. Y, tal como se esperaba de cualquier joven que ingresaba a la vida adulta por esos tiempos, fue conducido por sus padres al Templo, para cumplimentar el Rito de Iniciación. Pedro, como todos los chicos y chicas de la humanidad que adhería al Credo Unificado, había sido educado en el respeto a los Misterios, pero sabiendo, también, que cuando llegara a la edad indicada, todas sus preguntas serían adecuadamente respondidas.
Por lo tanto, presa de una gran emoción, Pedro, acompañado por sus padres, ingresó hasta el Altar Mayor, donde solo había una gran pantalla de plasma, alta sobre la pared, y la mesita con el teclado, y la silla. Pedro se sentó, sus padres lo besaron, y salieron rápidamente, dejándolo solo.
Pedro sabía lo que tenía que hacer. Conocía las preguntas, y ahora, por fin, tendría acceso a las respuestas. Se acomodó al teclado, y escribió: "Cómo, y cuándo?"
En el centro de la enorme pantalla oscura se encendió un punto de luz. Y a partir de allí, Pedro pudo observar, maravillado, todo el desarrollo del Universo, desde el big bang en adelante. Conoció el nacimiento de las galaxias, de las estrellas, de los planetas, de la misma Tierra, de la Vida. Asistió a todo el camino, desde el remotísimo Principio hasta el mismo día de su propio nacimiento.
Pedro no tenía idea de cuanto tiempo estuvo frente a la pantalla observando la génesis del Cosmos. Pero cuando esta descripción hubo finalizado, aún faltaban preguntas. Pedro escribió: "Hasta cuándo, y para qué?"
Ahora la pantalla parecía correr en otra dirección. El chico pudo observar, boquiabierto, la forma de un futuro increíble. Formas inimaginables, mundos impensables, el ir y venir de la vida y la muerte en una danza que por fin iba adquiriendo sentido en la medida en que la pantalla, con la enorme sabiduría que de alguna forma contenía, iba expresando el devenir del universo todo.
Pedro ya no era más un niño. La iniciación se estaba completando, y ya conocía el Principio y el Fin, el Alfa y el Omega. El, como tantos otros hombres, había llegado a las fuentes encerradas en el Templo, que contenían todo el saber, todo el conocimiento de La raza principal que habitaba el Mundo. Sólo faltaba saber una cosa, tal vez la más importante. El último, verdadero, profundo origen de Todo.
Pedro escribió sobre el teclado, su pregunta apareció en el extremo superior izquierdo de la pantalla: "¿QUIEN, QUIEN??"
Sonó una extraña música, que expresaba algo así como una calma inenarrable. La pantalla titiló con colores alucinantes, que poco a poco se fueron condensando, formando extrañas letras que, de alguna manera, se acomodaron en el centro del cuadro. Allí Pedro pudo ahora leer la Respuesta Final. Decía: "GOOGLE". |