Una vez, hace mucho tiempo, en la vieja discusión sobre si Dios existe, una persona me dio la respuesta más astuta que escuché, porque sencillamente es irrefutable; ante la pregunta de por qué Dios permite que una guerra ocurra, la respuesta fue: porque de todos los males posibles ese era el menos mal.
La idea es redonda. Porque la imaginación es poderosa, y por más mal que se crea que hace la guerra, la imaginación construye cosas mucho peores.
De esta simple manera, la aceptación se hace sencilla.
El tiempo, parece estar de acuerdo además, para lo poco que nos permitimos cada uno a saber sobre cómo se pasa una guerra, sabemos que fue terrible tanto para China, como para Japón, cada una en su momento sufrió y perdió en una guerra.
El tiempo vino de demostrar que tal vez no era lo peor que le podía pasar a esos países, ya ahora, a no tantos años de esos sucesos, ambos países son los más prósperos del mundo.
Ambos tienen en producto bruto per cápita más grande de todo el planeta.
El PBI chino, creció hasta 1.33 billones de dólares en un trimestre, en uno solo. En el primero de este año 2010. El producto bruto japonés en 1.28 billones en el mismo momento.
El PBI de China durante el segundo trimestre del año superó, con 1,33 billones de dólares, al de Japón, 1,28 billones, con lo cual desplazó a la economía nipona y se convirtió en la segunda economía mundial.
Ambos superaron esa cifra en el segundo trimestre.
La economía de ambos países crece constantemente.
Esto me hace pensar en nuestra situación. Hace días que en los noticieros aparecen imágenes de centros comerciales no convencionales (que quiere decir que son lugares donde se comercia al margen del gobierno), la Salada, donde se comercia mercadería en montos incalculables, cuyo metro cuadrado es más caro que un local en un Shoping, y cuya ganancia, en un día supera el trabajo de un mes en un Shoping, me huele la mano oriental.
De dónde sale la manufactura de ese producto: de talleres en donde trabajan Chinos. De dónde sale el insumo en telas y demás: de Japón.
Si los comerciantes de la Salada se “hacen la América” en un día, es de imaginar que el comerciante del insumo: telas, tejidos, accesorios, están igualmente satisfechos, pero de ¿dónde sale ese insumo?, ¿por qué no se habla de ello?
Si esa actividad es mundial, no me extraña que ambos países sean tan prósperos.
No sé cómo es que dos países destrozados por guerras tan crueles emergieron de sus cenizas para ser potencias económicas, pero lo que sé es que estoy reformulando mi posición de no creer en Dios.
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