Hay dos o más vidas, eso siempre se supo, pero ahora es más evidente que antes, la singularidad de ahora es que hay vidas tecnológicas y vidas sin eso.
Esto quiere decir que hay una vida en la que los nuevos aparatos, esos japoneses con LDS, en los que la palabra “ralentización” tiene algún significado, o que las variaciones de los miles de modelos de teléfono es para esa gente tan sencilla de clasificar, como para una araña identificar su propia tela de otra, y luego está el otro, el que navega en el mar de los acrónimos, palabras que no tienen más sentido que como si fueran onomatopeyas, 3gp, mp3, qué sé yo, cosas así.
Yo me siento en un lugar intermedio, en donde me veo obligado a usar un celular, porque si no, mi familia me reclama cosas que sin ese siniestro aparato no tendrían ni qué reclamar.
Antes me tomaba tranquilo un café en mi bar favorito, ahora tengo que dar explicaciones por el celular, y si lo tengo apagado, puede ser que cuando vuelva a casa me encuentre con un patrullero esperando mi regreso, ya que mi mujer me perdió la pista, con el celular apagado creyó que me habían secuestrado.
Estas noticias de que hay cosas nuevas cada vez, me suenan como barullo, es todo lo mismo, pero no puedo dejar de pensar que todas esas tonterías, las hacen para alguien, ¿hay gente para esas cosas?, parece que sí.
Qué cosa, ahora, es más evidente que nunca la cantidad de vidas en las no tengo nada ver.
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