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27 El mar es como la amistad; se ve el horizonte pero no el final.   por   Alguna
 
 
Rafa* 3/28/2010 | 10:48:52 AM  
 
Corre, Lola, corre
Versión infantil.
Tags:
  cuento   relato   texto          
 
Más allá, en un lejano país, sin brillo e inmóvil, había quedado olvidada una vieja locotomora a carbón. En el ángulo más estrecho de lo que había sido una estación de ferrocarril, triste y abandonada. la máquina no hacía sino contar las horas como si fueran pasajeros de un viaje sin otro destino que el de las cadenas que la sujetaban a aquel rincón. Herrumbrándose, únicamente podía recordar sus tiempos de gloria, aquellos de brioso andar y silbato petulante.
 
Su suerte ya parecía echada y sesteaba muy quieta cuando, de pronto, una niña que jugaba por aquellos baldíos, se le acercó, se subió a lo que era la salita del conductor, y como si jugando entre telarañas y abandonos, tiró fuerte de la cuerda que permitía hacer sonar su sirena: ¡fiú!, ¡fiú! Volvió a jalar casi riendo: ¡Fiú!, ¡fiú!
 
La locomotora se despertó sorprendida. Con los ojos bien abiertos y redondos, como de buey, miró a la niña y le preguntó:
 
_ ¿Qué haces aquí, pequeña?; yo estoy ya demasiado vieja para jugar con niñas como tú. Además, ni fuerzas tengo pues no como ni bebo hace mucho; padezco de hambre y de demasiada sed como para mantenerme sana y en movimiento.
 
La niña quedó trémula y pensando, mas al segundo y sin dudar, le dijo: _ Y si te traigo agua, ¿beberás? Y si carbón, ¿comerás? Sin dudarlo, sin esperar a la respuesta y con el ímpetu seguro de un temporal en invierno, la niña en minutos regresó con su carga de alimentos para ferrocarril: mucha agua fresca y carbón. Le dio de beber por sus cañerías y echó aquellas ascuas apagadas en la caldera.
 
_ ¡Ah, qué bien me siento!, exclamó con satisfacción la que hasta ese momento parecía chatarra nomás. Y prosiguió: _ Si todos los días me trajeras de estos bienes, yo bien pronto me recuperaría y podría llevarte a dar unos lindos paseos por la cintura del mar. ¿Qué te parece, Carmencita?
 
A la chiquilla el plan le pareció extraordinario, imponiéndosele en su imaginación, los más exóticos paisajes y las más raudas aventuras a toda velocidad. Desde entonces, día tras día, Carmencita alimentó y dio de beber a aquella máquina tan vetusta y oxidada. Así hasta una mañana soleada de enero.
 
Lucía el sol sus rayos más luminosos y brillantes cuando llegando Carmen a la estación, vio a su amiga exultante, echando vapor como una loca y haciendo sonar su silbato muy aguda y sonoramente, tal y como si ya estuviera pronta para partir quien sabe hasta dónde.
 
_ ¿Venís conmigo?; le preguntó. Hoy no tenés escuela ni gimnasio, y parece ser un lindo día para cumplir mi promesa de llevarte de paseo.
 
_ ¡Qué lindo!, ¡qué lindo!; salgamos ya mismo, enseguida ...
 
Y así, en un lento chuf chuf al comienzo y en un veloz chucu chucu chuf-chuf después, salieron ambas amigas para dar juntas un delicioso paseo al abrigo del aire y del perfume de las flores del lugar.
 
_ Chufu, chufu, tu, túuuuuuuuuu, chufu, chufu
_ ¡Arre arre!, locomotorita mía; ¡arre arre! Lola, por los rieles de acero como un corcel
 
Ambas dos, Lola y Carmencita disfrutaron de cada minuto de la excursión. Para Lola, volver a ver las frondas, las sierras, los prados, la orilla del mar desde la rivera por la que atravesaban los rieles, era una experiencia doblemente bella. Carmen no hacía sino aplaudir y reir y entusiasmarse a cada vuelta de las ruedas de aquel tren. Luego de no sin esfuerzo, alcanzar la cima deun risco elevado, detuvieron ambas la marcha, y ante la espléndida vista de un horizonte tan lejano, no pudo Lola contenerse y exclamó: _ ¡Carmen, Carmencita!, ¡qué alegría me has dado con poder estar aquí otra vez! ¡Cuánto te agradezco el que me hayas dado de comer y de beber con tanta bondad!
 
_ ¿Qué te parece si ahora, como en mis viejos tiempos cuando llevaba niños y adultos de felices vacaciones, nos allegamos hasta la playa. Bajemos la cuesta hasta casi pisar la arena con mi nariz.
 
Carmencita excitada no podía negarse y menos, contener su alegría. Chucu chucu, chuf-chuf; allá fueron las dos.
 
_ ¡Miren, miren!; allí está la vieja locomotora que nos traía cuando éramos pequeños.
_ Está igualita a como era
_ ¡Ah, su olor a trajín!, qué de recuerdos me trae al pecho
 
El alborozo fue general. La gente, con algarabía y ánimo de festejo, rodeó prontamente a Lola, fotografiándose con ella y con carmencita para no tener como olvidar el maravilloso encanto de aquel momento feliz. la tanta agitación no tardó en llegar a oídos del Alcalde, quien no demoró en llegar hasta la playa para, en calzones rojos a lunares blancos y verdes, pedirle a Lola que se quedara allí.
 
_ Lola, ¿te gustaría que aquí construyéramos una casita de madera y cristal para darte alojamiento entre tanta gente que te quiere, o preferirías volver al olvidado rincón de la estación? Aquí, de seguro que harás muy felices a muchos y todos ellos te rodearán a diario para ciudarte, limpiarte y darte de comer y de beber.
 
La locomotora se quedó pensativa un instante, y dijo luego con serenidad: _ Está bien; aquí estaré mejor que allá. Pero sólo si Carmencita en sus vacaciones, viene a visitarme para juntas salir de paseo como hoy.
 
El Alcalde dio la orden, el banco donó el dinero, y los obreros prontamente levantaron las paredes de cristal y la techumbre de madera liviana con tejas de color rubí. Desde ese día, allí está Lola flamante y lustrada como en su juventud, luciendo sus hierros forjados al cuidado de la gente del lugar. Todos los seis de enero, claro, y como lo prometido es deuda, Carmen viene a visitarla en su primer día de vacaciones, para juntas, chucu chucu chuf-chuf, salir de aventuras por entre la geografía de los sueños de las dos.
 
 
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