El problema de la privacidad no es un asunto de Internet, ha sido siempre un asunto, simplemente, y también es un problema en el mundo fuera de internet, hay siempre un tironeo entre lo que se considera el derecho a la información, el derecho a la libertad de prensa y la noción de cuándo se está vulnerando la privacidad de las personas.
Cuando la cuestión ha causado un problema fatal, como el caso de la princesa Diana, la cobertura pone a la palestra, como nunca, el problema de la intimidad.
En internet, que es donde parece potenciarse los defectos humanos de perseguir la intimidad de los demás, no podía ser menos, y por supuesto, ya apareció la cuestión, hay muchas demandas de derechos sobre la difusión de datos, considerados privados.
El primer asunto es que en internet no es posible, a veces, saber quién ha publicado qué cosa, en muchos casos, el propio interesado lo ha realizado.
Fundamentalmente porque en Internet están desde muy jóvenes, se comete el error de expresar y expandirse en la personalidad y en revelar aspectos que luego son vergonzosos o que afectan la vida laboral.
Bajo esta situación de indefensión o de no poderse volver atrás, apareció un reclamo, bajo la figura “derecho al olvido”, en la que un usuario se puede amparar para pedir que desaparezca de los buscadores información que no se desee que siga en la red.
El tema, me parece, es más complejo, ya que no son los buscadores quienes colocan ese contenido, quizás, es la memoria del contenido, pero no su origen, siempre se ha culpado a los buscadores de un sinfín de situaciones que son más bien situaciones colaterales, la difusión de material pedófilo, o de terrorismo, ahora se suma la de información privada.
Por supuesto, creo que este nuevo paradigma de la información, no creo que se dé por la preocupación que haya por los ciudadanos, siempre último orejón del tarro, sino por el asunto Wikileaks, que puso en evidencia la hipocresía de muchos estadistas, y de lo inescrupulosos gobiernos en varios niveles.
Como sea, lo que parece una ventaja para el ciudadano común, es en realidad la ganancia de algunos peces gordos, y ahora se vende como una necesidad y se aprovecha el asunto para borrar las huellas de lo indeseado.
El asunto ataca entonces a redes sociales, principalmente, YouTube, facebook, Twitter, ertc, quienes son asiduos a esos medios saben que se puede borrar lo que uno incluye, pero si hubo replicación o contestación, ya es como “patrimonio” de otro, y así, cada cosa se va multiplicando según el interés, como una hiedra a la que le cortan una cabeza y siempre aparece otra.
La Comisión Europea ha puesto en marcha un proceso legislativo para normal la protección de la privacidad.
Ahora que, se haga, es otro asunto, porque la realidad siempre demuestra que por mucho que políticamente se decida algo, llevarlo a cabo es otro tema.
Para comenzar, hay un problema técnico más allá de mostrar la información o no, el modo de registro de esa información implica una relación de códigos que son administrados en forma automática por los medios de reserva de esos datos, cada dato que se agrega se relaciona mediante esos códigos, y esos código, además de crecientes, quedan unidos a una relación temporal, uno puede borrar las huellas del presente, pero no del pasado.
Cuando uno de borra de Facebook, por ejemplo, borra su presente y ya deja de existir el futuro, pero el pasado queda ahí, ocurrió, está la información relacionada no con uno, sino con todos aquellos en los que nuestra información intervino.
Es como decir: borremos la guerra de las Malvinas de la historia Argentina, sí se podrá hacer de los libros, pero las personas que la vivieron, seguirán teniendo y generando información al respecto, aunque los libros oficiales ya no la tengan.
En otras palabras, no creo que se pueda aislar información sobre nadie, aunque se proponga e invierta lo necesario para hacerlo desaparecer. La gente es mala y comenta, decía mi abuela.
La agencia AEDP, Agencia Española de protección de datos, ha emitido una declaración de principios: "Ningún ciudadano que no goce de la condición de personaje público ni sea objeto de un hecho de relevancia pública tiene que resignarse a que sus datos personales circulen en la Red", pienso más bien que es una inocentada.
Pero el hecho de estar alentando a que los ciudadanos exijan el completo borrado y desaparición de datos, para mi es algo descabellado.
¿Cómo se va a demostrar que los datos se refieren a tal o cual que lo solicite?, yo podría, por ejemplo, hacerme pasar por otro, y pedir que borren a mi competencia.
Lo veo inviable.
Imagino una situación en la que los agresores sexuales, por ejemplo, pidan que se eliminen sus datos personales, según esta figura de “derecho al olvido”, podría hacerlo, al menos en Internet.
También asesinos, o terroristas.
O para ser menos denso, los malos comerciantes que son denunciados por simples clientes en foros o redes sociales, o los malos hosting, podrían solicitar que se borre las quejas de sus clientes y así hasta el infinito.
Las anécdotas sobre este asunto, son, me parece eso, anécdotas, mandar a millones de habitantes el mensaje de que puede “volver a nacer” en las redes con solicitarlo, me parece algo parecido a la creación del Euro, no se entendió sus consecuencias, hasta que los países comenzaron a caer como naipes heridos de muerte en la médula de sus economías.
El problema, dicen algunos, no es que esa información esté, sino que sea imperecedera.
Somos una raza que le da a la memoria preponderancia de supervivencia, estamos constituidos biológicamente para preservarla, buena o mala, es lo que nos hace evolucionar, habrá que ver qué nuevos problemas trae meterse con tan arraigado plan de biblioteca total.
Actualmente de ha hecho una industria de atiborrar datos de una empresa para paliar los malos comentarios, y es una tarea que sale mucho dinero, solo para una empresa es una tarea hercúlea en formas y en tiempo, ¿quién se hará cargo de estos costos de “derecho al olvido”?
Personalmente no lo creo viable.
Cuando un robo ha sido perpetrado hace 30 años, es información que pertenece a una hemeroteca, aunque los ladrones hayan cumplido su condena, y luego sean dignos ciudadanos, ahí está la memoria de la biblioteca total para recordarles su error.
¿Es que nadie se puede enmendar?, no lo sé, pero creo que la sociedad deberá encontrar un medio para solucionar el problema de la información antes que pretender controlarlo con actividades inviables.
Estamos a las puertas de un debate sobre qué es la privacidad, cual el derecho público, y qué le conviene a la sociedad que ocurra, lo que nunca tiene mucho en cuenta lo justo o injusto.
La situación, que parece simple de enunciar es un agujero negro que absorberá todas las cuestiones éticas, morales, tecnológicas, justicia: se cuestiona que la memoria digital no se convierta en algo perpetuo, idea completamente opuesta a la tendencia, que es que sea la biblioteca total.
Y por supuesto, como cabía esperar, el principal apuntado con el dedo es Google, que sostiene información aún cuando la fuente de la información ha sido borrada o no existe más, entre otros aspectos.
Esto va a levantar polvareda.
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