En relación al análisis de la palabra, la comunicación es casi siempre la forma de uso que se suele desear que impere en su aplicación, sin embargo es el más escurridizo de sus sentidos.
En teoría, la relación entre la palabra y su significado requiere de un desarrollo cuidadoso. Como en todos los ámbitos de análisis en que el hombre intenta ordenar el caos del mundo, el estudio de la palabra es el más difícil, ya que para explicarlo se usa precisamente el instrumento de estudio: la palabra, de manera que todo lo que se pueda establecer sobre ella, es a su vez objeto de análisis, lo que parece envolver en sí mismo un estudio, solo para desembocar en que todo análisis pertinente a la palabra es ambiguo, resultado contrario al que se pretende con una clasificación.
Uno de los elementos de análisis teórico es el signo lingüístico.
En el lenguaje cotidiano estamos acostumbrados a pensar que el objeto y su palabra que lo refiere son lo mismo, y esto no es así. Por ejemplo, el objeto libro –papel con páginas escritas que cuenta algo-, no es lo mismo que la palabra que lo designa: libro.
Uno es el objeto, el otro la palabra de referencia a ese objeto.
Crecemos naturalmente con la predisposición de asociar el sonido o secuencia de sonidos con el objeto mismo, y eso establece un nexo inmutable, una relación entre lo nombrado y el objeto.
Sin embargo, el lenguaje va mutando y adquiriendo nuevos signos, por ejemplo, hoy en día la palabra ratón encuentra nuevos vínculos y nuevas relaciones entre lo nombrado y el objeto que se cree que se nombra.
Esto es porque toda palabra forma un triángulo con la representación del objeto que quiere nombrar, es a ese triángulo al que se llama signo lingüístico.
Un vértice de ese triángulo es el significado, aquella acepción del objeto que se encuentra en el diccionario, y que usualmente se asocia con la pronunciación de la palabra, asociando el sonido de la palabra a la idea de representación del objeto.
Otro vértice es el significante, cambia con el tiempo y depende de un contexto en que la palabra es utilizada, como en el ejemplo del ratón, en un conjunto de relaciones, se entenderá de una manera en otro contexto de otra.
A veces, no es posible establecer una correspondencia entre lo que se traduce como significante de la palabra, y devienen entonces los malos entendidos, e incluso la ambigüedad de lo expresado.
En el tercer vértice, la relación, es la construcción o reposición de la comprensión entre significado y significante en la transmisión del mensaje.
Si se agrega a ello que las palabras están sometidas a un conjunto de relaciones que constituyen un sistema de comunicación dentro de ciertas sociedades, ya se puede percibir que la complejidad del análisis es a su vez, por el uso de la palabra, extenso y ambiguo.
La expresión teórica sólo revela que tales aspectos existen y que interfieren en el modo de escritura y comunicación.
Dentro de esta idea hay decenas de variaciones de análisis, el presente artículo sólo revela una mínima parte del estudio de la palabra en tanto elemento constructivo.
Es usual confundir el habla con la lengua.
Hay importantes teóricos que han decidido tomar el desafío de establecer los lineamientos de la teoría del lenguaje, de la que el signo lingüístico es un elemento.
Ferdinand Saussure (Ginebra, Suiza, 26/11/1857 – ibídem, 22/02/1913) fue el primero que habló de la semiología y la define como: "Una ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social"; añade inmediatamente: "Ella nos enseñará en que consisten los signos y cuales son las leyes que lo gobiernan...".
Charles Peirce (10/09/1839 - Milford, Pennsylvania, 19/02/1914), concibe igualmente una teoría general de los signos que llama semiótica. Ambos nombres basados en el griego "Semenion", que significa signo, se emplean hoy como sinónimos.
En definitiva, la semiótica es un conjunto de relaciones en las que se estudia la palabra y el análisis de su funcionamiento dentro de un universo de códigos complejos que involucra el lenguaje.
La lengua muta y establece vínculos entre sonidos o secuencias de sonidos (palabras), con ideas que generalmente tienen que ver con la época o grupos sociales o las llamadas “tribus urbanas”, es cierto también que el hablante individual no es libre de deshacer el vínculo, incorporándose de ese modo al bagaje de signos con que la palabra evoluciona en el tiempo.
No es posible legislar sobre el uso de la lengua.
De acá en adelante el uso de la palabra ratón como designación del artilugio que se usa en computadora se ha sumado como significado al uso de la misma palabra para representar al animal, coexistiendo ahora en universos de entendimiento de la palabra completamente diferentes.
Llevado el ejemplo a todas las palabras es fácil ver que la ambigüedad del significado y significante así como el conjunto de relaciones en que navega la palabra organiza un discurso variado y polisémico en su impacto en el lector.
La riqueza del lenguaje utilizado en literatura se basa principalmente en esa cualidad ambigua de la palabra y sin dudarlo ofrece una perspectiva del lenguaje en el que la interpretación o relación de significados y significantes dependen del lector más que del escritor.
Es usual encontrar que la interpretación de un texto depende más de la biblioteca del lector, de las lecturas que precedieron a cualquier texto, que de las intenciones del escritor en la escritura del mismo texto.
Los ejemplos son diversos, cuanto más un escritor conoce este “efecto”, mejor es su producción, escritores como Cortázar son famosos porque sus textos, justamente, cuentan con múltiples interpretaciones, según los lectores, el orden de representación de sus historias se pueden someter a la comparación de diversos universos de representación y de ahí la vigencia de su obra.
Por comentar un breve ejemplo muy conocido, su cuento “Casa tomada” es el ejemplo más difundido, pues se ha cambiado en todas las épocas la interpretación de lo representado en el cuento.
Se ha dicho que es un texto político, pues la casa ha sido “tomada” por los peronistas, se ha hablado de ratas, de extraterrestres, de termitas, etc. Es posible que el futuro encuentre en ese texto más explicaciones o derivaciones, todas serán tenidas en cuenta como parte fundamental de la inmutabilidad del signo.
El tema presente es extenso, y complejo, pero la conclusión a la que quise llegar es que no es posible escribir un texto para un único entendimiento o representación del mismo, eso es suponer que todos hemos leído lo mismo, tenemos un solo significado para las palabras y un único uso. Tales suposiciones son descabelladas, es por ello que se dice que un texto cobra vuelo y vida propia una vez que salió del ámbito de lectura de un único lector, el autor.
Una vez al alcance de otro lector, el texto queda vivo, moviéndose entre significados y significantes complejos dentro del universo de interpretación de los lectores, ajenos completamente a los propósitos o al universo intencional de la escritura y del escritor.