Trivialidades
Danilo Albero Vergara Escritor argentino

Aprovecho la visita mensual a la peluquería para recorrer los extensos suburbios de la nada, de la megaciudad de las revistas del corazón. Podría llevar un libro, o leer en el celular alguna nota o reseña que me interese; pero, eso no me daría tema de conversación con Jesica y Paola, o el resto de los clientes. Prefiero hacer mi flânerie en esa cosmópolis de trivialidades de la que, como cualquier ser humano, formo parte aunque no tenga parte ni arte; aunque, a lo mejor, consumir esas revistas, al igual que el resto de los lectores, me vende el humo de que soy arte y soy parte; y también esas lecturas, aparte de dar tema de conversación, sirven para socializar.

La definición de prensa del corazón es: “revistas que informan de la vida privada de celebridades y la farándula”; en otras palabras, de ricos y ociosos; grupo variopinto cuyos hábitos y modalidades relevó y clasificó, con rigor de taxonomista, Thornstein Veblen en Teoría de la clase ociosa, libro que, superado el siglo y cuarto de existencia sigue teniendo actualidad. Pero el periodismo del corazón ha tenido matrimonios morganáticos interesantes; hoy en día pocos diarios o revistas, por serios que pretendan ser, son inmunes a él y le dedican una sección en las ediciones, a veces mimetizada en los rubros de “artes y espectáculos”, “sociedad” o “deportes”.

¿Qué otra cosa son, sino la derivas políticas de los avatares de testas coronadas, o de políticos y estadistas que se casan con personajes de la farándula o celebridades? ¿Qué sería de la humanidad sin estar al tanto de las desavenencias de Meghan y el pelirrojo, Harry, con la reina y la familia real británica? ¿De las intimidades, estudios y noviazgos de las hijas de Máxima y Guillermo? ¿De un príncipe nórdico, tercero o cuarto en la línea sucesoria, casado con una ex stripper? ¿De las hazañas de bragueta, masacres de elefantes y desfalcos millonarios del yatchman devenido rey, Juan Carlos I? ¿Del viaje a Maldivas de Costantini, creador del MALBA, y su esposa, cuarenta años menor ─diferencia etaria superada con unos toquecitos de bótox y una manito de carmela para él─, o cómo decoraron la nueva casa? Todo eso que pasó ayer, hoy es noticia vieja, como antes lo fueron los consumos de cocaína, pedofilias y orgias del número 10, alias “la mano de Dios”. Hoy 26 de junio de 2022 lo actual son los dimes y diretes de Messi con el PSG y sus vacaciones en un yate con Antonela. O el reencuentro de Charlene de Mónaco con Alberto II.

Así en la peluquería, me entero y actualizo sobre personas que se casan o se divorcian o resuelven volver a convivir o enferman o se curan, que adoptan niños o se van al extranjero. Y con esas lecturas me doy cuenta de que no conozco a nadie, quizás a muy pocos, aunque a veces me reencuentro con viejos conocidos.

Debuté con el matrimonio de una actriz y un príncipe: Grace Kelly y Rainiero de Mónaco, matrimonio que consumió bosques de papel y océanos de tinta en revistas del corazón y de las otras. Es que esa boda no fue moco de pavo, una actriz de los quilates de Grace Kelly, que había sido dirigida por Hitchcock y ganadora de un Oscar, y un príncipe de un reino de cuento de hadas. Llegué hasta Meghan y Harry, una actriz ya más bien de ligas menores y el sexto en la línea de sucesión, pero con el aderezo romántico de que ella es afroamericana y octorona, eufemismo por mulata tirando a blanquita.

Me retiré de la peluquería actualizado con las trivialidades de la prensa cardíaca e impresionado por la cara de Charlene de Mónaco en su reencuentro, luego de una larga separación con el príncipe Alberto; reencuentro que le cuesta a la corona monegasca trece millones de dólares por año para asegurarse de que ella cumpla con su papel de princesa consorte. En las fotos, junto con Alberto y sus mellizos, ella luce el cabello corto, casi como me lo deja, a mí, Paola, y una cara que mal pueden disimular el tratamiento intensivo de Prozac y los trece millones, libres de gastos, que embolsa al año para jugar de princesa triste. Pero, además me enteré de que, antes de casarse, fue nadadora olímpica y que, previo a la boda con Alberto, tuvo que convertirse al catolicismo.

También me retiré convencido de que, en momentos de tedium vitae, pienso si tal vez no me estoy perdiendo algo de la vida. Pero luego de actualizarme con trivialidades reflexiono y veo que tal vez no. Porque las trivialidades pueden ser como las aguas calmas de un río, o como el cilantro, condimento que requiere ser tratado como si fuera la nitroglicerina de la culinaria, que ya lo dice el dicho: “es bueno el cilantro, pero no tanto”. Y un viejo proverbio creole de Lousiana nos advierte: “Dileau dourmi touyé dimounde” (Agua dormida mata gente); todos los que en alguna excursión hemos vadeado ríos, sabemos que las aguas mansas pueden ocultar corrientes peligrosas.

Trivial, para la RAE es: “vulgarizado, común, sabido por todos” y deriva del latín trivialis, que tiene el mismo sentido que en español. También trivialis define a un cruce de caminos o encrucijada, pero este término, acorde a la tercera acepción de la RAE, puede ser: “situación difícil en que no se sabe qué conducta seguir”. Además la prolífica RAE nos da otra acepción de encrucijada: “emboscada o asechanza”. Y es justamente en estas encrucijadas de las trivialidades donde celebridades y famosos de la farándula caen bajo las cámaras o lenguas o plumas de quienes informan en revistas del corazón. Shakira y Gerard Piqué saben de estas añagazas; como antes supieron Wanda Nara y Mauro Icardi, que además dio origen al verbo ─muy usado en revistas del corazón─ “icardear”: robarle la mujer a un amigo.

Aunque Wanda y Mauro se reconciliaron como, muchísimos siglos antes, se reconciliaron Menelao y Helena luego que Paris se la icardeara a Menelao y se la llevara a su bien amurallada ciudad. El affaire Helena-Paris duró diez años y a causa de él, literalmente, ardió Troya. La prensa del corazón nace con la literatura.

 





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