El bilingüismo entre generaciones
cuento
Los bautizos, dicen, son para las abuelas algo así como un beneficio; aunque no participé de la elección del de mi nieto y aún cuando evité que mis hijos me preguntaran de sus bautismos, tema que esquivé graciosamente desde la infancia de mis hijos, no llegué con buen record a ignorar el tema con el niño.
Parece, no sé bien, porque estos días aparezco poco por la casa mi hija, ya que el asunto aquél de la virginidad de la hermana dejó algunas secuelas negativas con mi presencia, que el niño tiene algunas confusiones respecto de los bautizos, por uno de esos misterios infantiles confunde los bautizos con lo bilingüe, y a veces, ante su insistencia, queda depositado a mi cuidado, pero en mi casa.
No tengo muy clara, ni quiero tener, la validez de mi permanencia en el mundo católico, donde no encuentro mucha solidaridad ni en los curas, ni feligreses, pero al niño le causa curiosidad, no sé bien por qué, y con intuición infantil, presiente que mis respuestas son un poco más interesantes que la que le ofrecen los padres, digo interesantes porque decir que son engañosas es inexacto, ya que se supone que el niño elige mis respuestas porque le parecen más acorde a la respuesta que él espera.
Después de todo no hay leyes para preferir respuestas, y si la verdad es tan enrevesada, por qué no íbamos a poder elegir la respuesta que mejor nos cabe.
¿Abu, si yo fui bilingüe, vos también?, pregunta el niño. A mi nunca me resulta problema la ambigüedad de los tiempos verbales del niño, ni el uso de algunos predicados incorrectos en los ambiguos sustantivos; probablemente niño, por qué te interesa saberlo, le digo.
Yo quisiera ser bilingüe, pero no sabía bien por qué, me dice, pero ahora me gusta porque me enseñan lindas canciones.
Es posible que sea porque conocerías muchos más amigos que ahora, y podrías entenderte con ellos, le digo.
El caso es que el problema era, parece, que el niño había escuchado una conversación de los padres sobre que el niño era un hijo de Dios por ser bilingüe, en cambio su madre, mi hija, era sólo una criatura de Dios, por no serlo, a la misma altura que las almejas, enredaderas, insectos varios, piedras.
Adelaida, por qué no bautizó a sus hijos, me preguntó una vez mi yerno, cuando fueron a bautizar a la hermana del niño, ya que entre los papeles a llenar no estaban los certificados de bautizo de mi hija, cosa a la que yo enfrenté con la frase: cuando decidas bautizar a los tuyos, prometo no hacerte esa misma pregunta.
Por otra parte ofrecí un certificado tan valedero como el mítico papel que supuestamente perdí, sobre el supuesto bautizo: una interesante donación a la iglesia que hizo que el cura hiciera la vista gorda, porque después de todo no iba a perder una feligresa nueva, por una probable criatura de Dios, mi hija, que por más criatura inferior que fuera, era mi culpa y no de ella.
Menos mal que el Papa hace un tiempo dio por clausurado el limbo, le dije al niño, qué es eso Abu, antes que a este Papa se le ocurriera modernizarse, niño, los hijos de Dios como vos, iban al cielo, y las criaturas de Dios como tu madre, iban al limbo, los que no eran bilingües, por suerte, eso ya no ocurre, ahora estaremos todos juntos en el mismo lugar.
Con eso, quedamos a salvo, los apóstatas, de no caer en ese lugar aburrido en el se supone que sólo se flota, sin estar ni acá, ni allá, cosa que yo podía imaginarme bien, porque era un poco lo que me pasa en mi propia vida, mi vida de paralaje.
Al niño, le dieron ganas de cantar, me pidió que lo acompañara en el teclado, tratamos de cantar alguna de esas canciones que le enseñaban en el catequismo; así el bilingüismo tiene su forma de penetración; el niño gritaba, porque en mi casa puede hacerlo, subía la voz, llegaba hasta el sol dos, y al si dos, sin inmutarse, hasta casi desbarrancar el teclado, se esforzaba por mostrarme lo que le estaban enseñado en el catequismo, gracias a que es bilingüe y se prepara para la confirmación.
Bien firme, la boca hacia el techo, la entrada y la salida del aire, recto como un tubo, la boca abovedada, dientes separados y gritaba, una eficaz caja sonora.
Con el niño nos separan carnes, esclerosis, la influencia de la gravedad en mis huesos, y una notable resistencia de mis pulmones a ser exigidos, pero los dos gritábamos al techo y nos mirábamos por la colilla de los ojos, a ver quién abandonaba primero la nota incierta que emitíamos como aullidos.
Nos entregábamos a lo que musicalmente llevábamos por dentro, dejándoles una indigestión a los vecinos.
Abue,¿ y si le cantamos nosotros a la ampolla, no será mejor que hacerle escuchar a Iron Maiden?
Lo que podemos hacer niño, es bautizarla, hacer bilingüe a la amapola, le puede dar la fuerza de los pulmones parecida a la que vos tenés ahora.
Entonces el niño tuvo una misión para su próxima clase de catequismo, llevar un pequeño frasco a rosca y tomar agua bendita y a la vez era una prueba de cómo el niño se desenvolvería, en una de sus primeras misiones en las que ingresa a una vida de responsabilidades, preocupándose por ese ser, la amapola que no estaba dando visos de querer asomarse al mundo.
Vos tardaste nueve meses en llegar, niño, hay que ver cuánto tiempo le toma a la amapola hasta que decida aparecer.
Ese día nos quedamos mirando televisión, y aunque yo me puse a escribir en la computadora, podía escuchar que el niño miraba un documental sobre las amapolas. Luego vino corriendo todo excitado, los ojos brillantes, diciendo: ¡Abu, en la tele dicen que la ampolla es heroína!¡Yo no sabía que las heroínas nacían de plantas!
Luego, cuando mi hija me preguntó sobre por qué estaba tan entusiasmado el niño cantando a la ampolla,  diciendo que la heroína crecería pronto, no la conformó mi comentario de que por qué no iban a nacer heroínas de la maceta si los niños nacen de repollos.
Pero no me extrañó que ella no me entendiera mucho, es casi habitual, el bilingüismo es natural entre madres e hijas, siempre hablamos dos lenguajes.
 
 
Adelaida Sharp
 
 
 
 
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