in our time de Ernest Hemingway 10
Danilo Albero Vergara escritor argentino

En in our time de Ernest Hemingway 9, vimos en los dos penúltimos relatos de esta serie, aparecer el mismo protagonista, un torero. El primero, donde se anticipa una faena que deberá realizar por la tarde en sustitución de un colega borracho; y el segundo donde muere en esa faena.

En 'capítulo 17', Hemingway retoma un hecho real de sus años de cronista del Toronto Star en Chicago. La captura, en 1920, del mafioso y extorsionador Samuelle –Sam– Cardinella acusado de asesinar al dueño de un bar. Sam Cardinella, –jefe del Gang Cardinella– había aterrorizado el Little Italy de Chicago durante cinco años con sus atentados, bombas y asesinatos y era sospechado de haber matado o mandado asesinar a 20 personas. Fue ejecutado en abril de 1921. Ciertamente, Hemingway no asistió a su ejecución pero estuvo documentado de los detalles[1]. De alguna manera, Sam Cardinella está en las antípodas del héroe de Hemingway, de allí que el relato enfatice en su cobardía para enfrentar la muerte, el desfallecimiento al ser incapaz de caminar hacia el patíbulo y la pérdida de control de su esfínter.

El relato arranca en extrema res y es notable como se articula con la descripción del ambiente opresivo de la prisión. Una narración que es como un plano secuencia cinematográfica, empezando por una breve panorámica de la cárcel, pasando por el cuarto de los condenados para culminar en el patíbulo. El protagonista con agallas –mejor: cojones; guts, en slang–, quien mantiene su entereza a lo largo del relato, es el sacerdote más joven que acompaña a Sam Cardinella, arrodillado junto a la silla hasta el último momento. El tiene lo que Hemingway, en su definición de guts, llamó: "grace under pressure".

Ya 'capítulo 18' alude directamente a Ernest Hemingway como un corresponsal extranjero que entrevista al depuesto rey griego y de alguna manera alude, al igual que otros relatos de in our time, al mundo inestable y las revoluciones y contrarrevoluciones que siguieron al fin de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles y el Tratado de Trianón. Fragmentos de este panorama internacional ya fue reflejado, de manera indirecta, en 'capítulo 3' –in our time de Ernest Hemingway 2– y en 'capítulo 11' –in our time de Ernest Hemingway 7.

De esta manera, 'capítulo 18' es la continuación 'capítulo 6' –in our time de Ernest Hemingway 7–, donde narra al fusilamiento de 6 ministros griegos luego del golpe de estado que sucedió a la derrota de Grecia en la guerra Greco Turca (1919-1922) y depuso al rey Constantino I, sucedido por su hijo, Jorge II.

En el relato, sorprende la frialdad –y también, valga la aliteración: frivolidad– de Jorge II frente a la muerte y la violencia; solo está preocupado por su jardín, que no le falte el buen whisky y ver cómo logra permanecer con vida, mientras reflexiona en que no está mal que se fusilen chivos expiatorios u opositores. De alguna manera, el nuevo rey, preso en su palacio, puede ser visto como la versión de sangre azul del mafioso Sam Cardinella. El rey es presentado como un cínico político, que toma con humor la situación y aprueba al gobierno de facto que lo mantiene cautivo en su jaula dorada.

La técnica de estos dos relatos: concisión y tratamiento de situaciones, atmósferas y personajes recuerdan a ciertos pasajes de un escritor argentino, Rodolfo Walsh; concretamente en Operación masacre y "Esa mujer". Tanto en la novela como el cuento mencionados Walsh se apoya en la "escenografía narrativa" para conforma el tratamiento del carácter de los protagonistas; técnica que Anton Chejov desarrolló magistralmente.

 

 

capítulo 17

 

Colgaron a Sam Cardinella a las seis en punto de la mañana en uno de los pasillos de la cárcel del distrito. El pasillo era alto y estrecho con hileras de celdas en ambos costados. Todas las celdas estaban ocupadas. Habían traído a los hombres para colgarlos. Los cinco hombres sentenciados estaban en las cinco celdas superiores. Tres de ellos eran negros. Estaban muy asustados. Uno de los blancos estaba sentado en su catre con la cabeza entre las manos. El otro yacía en su catre con una manta enrollada alrededor de su cabeza.

Salieron a los patíbulos a través de puerta en la pared. Eran seis o siete, incluidos dos sacerdotes. Llevaban a Sam Cardinella. Estaba así desde alrededor de las cuatro de la mañana.

Mientras le ataban las piernas dos guardas lo sostenían y los dos sacerdotes le susurraban. "Compórtate como un hombre, hijo mío", dijo un sacerdote. Cuando se acercaron con la capucha para cubrirle la cabeza Sam Cardinella perdió el control de su esfínter. Los dos guardas que lo sostenían lo dejaron caer. Los dos estaban asqueados. "¿Qué tal una silla, Will?", preguntó uno de los guardas. "Mejor traigan una", dijo un hombre de sombrero bombín.

Cuando todos dieron un paso atrás en el cadalso, atrás de la puerta trampa, que era muy pesada, construida con roble y que se balanceaba sobre cojinetes de bola, Sam Cardinella fue dejado allí, atado con firmeza, el más joven de los dos sacerdotes arrodillado junto a la silla. El sacerdote saltó hacia atrás justo antes de que se abriera la puerta trampa.

 

capítulo 18[2]

 

El rey[3] estaba trabajando en el jardín. Pareció muy contento de verme. Recorrimos el jardín. Esta es la reina, dijo. Ella estaba podando un rosal. Oh, como le va, dijo. Nos sentamos en una mesa debajo de un gran árbol y el rey pidió whisky y soda. Todavía tenemos buen whisky, aclaró. Me dijo que el comité revolucionario no le permitía alejarse de los terrenos del palacio. Creo que Plastiras[4] es un buen hombre, dijo, pero terriblemente complicado. Creo que, no obstante, hizo lo correcto fusilando esos tipos. Si Kerensky hubiese fusilado a unos pocos, las cosas hubieran sido totalmente distintas. ¡Por supuesto, en este tipo de asuntos lo importante es que no lo fusilen a uno!

Era muy divertido. Hablamos largo tiempo. Como todos los griegos, quería ir a América.

 

 

[1] El más conspicuo: Sam Cardinella se negó a caminar rumbo al patíbulo y tuvo que ser atado a una silla, transportado en andas, y ejecutado de esa manera. Sus abogados habían apelado a su sentencia y esta fue postergada casi una hora hasta que fue denegada.

[2] En la edición de 1924, el título de este relato era 'l'envoi', que puede ser interpretado como enviar una señal hacia la comunidad internacional, en este caso, en demanda de protección o apoyo por parte del rey. Como se ve en el relato, el rey Jorge II estaba virtualmente prisionero y no muy seguro de su futuro. Hecho que se manifiesta en la última frase del primer párrafo.

[3] El rey  –hijo mayor del depuesto Constantino I– es Jorge II, quien reinó entre 1922 y 1924, cuando se proclamó la república. La mayor preocupación de Jorge II era mantener aceitados los contactos internacionales, como lo había hecho su padre, para evitar que la revolución se polarizara y siguiera el ejemplo de la Revolución Rusa, que culminó con la ejecución de la familia imperial Romanov. De allí la mención de Jorge II a Aleksandr Kerensky, quien encabezó la revolución rusa que depuso al Zar Nicolás II, pero no pudo impedir el acceso de los bolcheviques al poder y la radicalización del movimiento revolucionario.

[4] General griego, acérrimo anticomunista, que participó en la guerra greco-turca y lideró el golpe que depuso al rey Constantino I, ejecutó a seis políticos y militares en 1922 –ver 'capítulo 6' en in our time de Ernest Hemingway 4– y entronizó a Jorge II como nuevo rey. La similitud de su papel histórico y el contexto político internacional eran muy similares a las del gobierno de transición de Aleksandr Kerensky.





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