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27 Con la verdad no ofendo ni temo. Lo que me da pavor es que la verdad sea tan soluble en el lenguaje   por   marisita
 
 
DaniloAlberoVergara 1/11/2021 | 09:16:39  
 
Analepsis y prolepsis
Danilo Albero Vergara escritor argentino
Tags:
  Literatura   literatura latinoamericana   literatura hispanomericana   ensayos literarios   Danilo Albero Vergara   escritores argentinos   escritores latinoamericanos   novelas de escritores argentinos
 

Seis veces y media, dos lustros de lector y, cuatro lustros como librero, me han dejado la reflexión de que leer es una actividad demoledora y requiere constante entrenamiento, mental y físico; andar moviendo y hurgando en decenas de metros de libros en las estanterías de mi biblioteca no es actividad despreciable. Aunque a veces, solo prima el esfuerzo mental, porque ayer sábado salimos a dar una vuelta antes de la cena y, al volver consultamos la hora, mi reloj estaba parado poco después de las 19, pero el de Beatriz dio pasadas las 20:30.

La respuesta surgió de inmediato, jueves, viernes y parte del sábado pasé casi todo el día sentado o acostado, pero devoré las 200 páginas de Cartas de las heroínas(Heroidas) de Ovidio y completé las 320 que restaban de Memorias de un cazador. Mi reloj pulsera es automático, se carga con el movimiento del portador, que había sido mínimo. Pero, en esos dos días y medio, navegué y soporté tempestades en mares y estrechos de la saga Homérica y la mitología grecolatina; recorrí bosques, pantanos y arroyos de la vasta geografía rusa; jornadas de vértigo, nadando, caminando, subiendo pasajes escarpados, atravesando arroyos. Pero tuve la ayuda insustituible del teléfono celular con el que fui sorteando obstáculos de palabras o personajes poco familiares o desconocidos; además de un lápiz de remo, o de bastón, para apoyarme, y la cartografía de un cuaderno de hojas lisas para tomar notas.

Desde los orígenes de la literatura, la geografía y los mapas son una simbiosis que ayuda a consolidar el relato: “los mapas son los ojos de la historia”, dijo Gerardus Mercator el famoso cartógrafo del siglo XVI; puedo parafrasearlo y decir “los mapas son los ojos de la historia de la literatura”. El primer escrito conocido, Gilgamesh, es, entre otras cosas, un relato de viajes sobre las eternas búsquedas y esperanzas de los humanos y, de allí en más, de todos los mitos fundacionales. Hay mapas de los recorridos en Odisea, Jasón y los argonautas, Eneida, del Antiguo y Nuevo Testamento, de las singladuras del Pequod, del Dublín de Leopoldo Bloom y Stephen Dedalus.

Como el de la Triste Figura, que cambió su modo de ver la realidad gracias a las novelas de caballería, fue la lectura de los viajes de Marco Polo lo que movilizó a Colón en su búsqueda. Huckleberry Finn y Jim recorren el Mississippi en un viaje hacia la libertad, novela de formación y parte de la cartografía de la Gran Novela Americana, que no incluye el relato autobiográfico Dos años al pie del mástil (Two Years Before the Mast), inspirador de Moby Dick.

Como Ulises vio demorado su regreso a Ítaca luego de que sus marineros abrieron el odre de los vientos, me pierdo en mis lecturas cuando soplan en alguno de los 32 rumbos de la Rosa de los Vientos y no siempre se puede navegar con viento de popa, a veces hay que ir de bolina enfrentándolo y, a veces, en calma chicha. Si a principios de año me propuse la tercera relectura de El Quijote, los cuernos de la luna ya se han juntado en 10 plenilunios y faltan tres semanas para el onceavo sin que lo haya hecho. Otros libros se interpusieron y, a punto de empezar, me crucé con los dos tomos tapadura en cuarto menor y 1300 páginas de Historia de Genji─llevaba cuatro años anclado en un estante─, analepsis y prolepsis a las que llevan las lecturas.

La analepsis, en junio de 2017 conseguí en la librería La Central de Callao en Madrid un libro que no encontré en Buenos Aires: Historia de Genji de Murasaki Shibuku, publicado en 2006 por Editorial Atalanta y considerada la mejor versión en español; no fue fácil, según el registro de la librería quedaba un juego, pero no estaba en los estantes, el vendedor se encogió de hombros y me dejó solo en la pieza; aparecieron en los anaquelesde otro cuarto en la sección “Orientalismo”. Traerlo fue otra historia y, pese a su tamaño ─los dos tomos son como ocultar un gran danés en un criadero de caniches─, permanecieron invisibles hasta ahora; y esta analepsis me retrotrae de principios del siglo XVII de Don Quijote al XI, y a la primera novela escrita por una mujer, en Japón. Los vientos del odre de Eolo son como los avatares del Juego de la Oca.

Terminé de leer el excelente prólogo de Historia de Genjiy recordé otro inolvidable estudio de 300 páginas de Rafael Cansinos Assens para los tres tomos de Las mil y una noches, historias que, al final, se abren en nuevas historias de la bella Scherezade, extenso viaje por las culturas orientales: árabe, egipcia, hebrea, persa, mesopotámica, que han alimentado a narradores, pintores, compositores musicales y cineastas;a lo largo de veinte años,las vengo leyendo de manera fragmentaria.

A medida que avanzo camino al Aqueronte, leer se me hace más lento, cada libro me lleva a visitar otros, ya vistos o por ver, analepsis y prolepsis. Me he jurado que esta lectura es la demora definitiva, termino con Historia de Genji, haré una prolepsis y saltare al Quijote… leyendo de manera lineal las historias de Las mil y una noches. Tengo para unos tres años de lectura, como los tomos de los cuentos de Scherezade.





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