Sin lugar a dudas el comedor sangra
No hay terraza, no hay buhardilla.
El techo se fue volando con mi último tornado
al igual que Iris y Galope.
A iris la despedí con un suspiro sobre el rosal,
a Galope... todavía lo extraño.
Desde la cocina, un gotéo de timbales profundos, marca latídos la noche.
Y un eclípse desde mis ojos comienza a oscurecer
Imágenes, carmesí de labios, serpentéan sobre el terraplen lunado y
acrecienta el perfume del jazmin en pábilo consumido.
Y la alfombra mientras tanto, ignorandolo todo, me desangra. |