Por ejemplo, unos dicen que no hay nada allende la biología, otros, que la identidad radica en el incorpóreo concepto de alma. En otros ámbitos, algunos que sostienen que el individuo es la clave óntica, otros, que la especie, que el grupo o que la sociedad. En un tercer y más remoto lugar, unos que el bien radica en la felicidad, otros que en la justicia, y unos terceros que en la fuerza y vigor del poder. El caso entre todos los casos, es que hay tantas versiones como humanos desperdigados y con hambre; cada cual predica a partir de sus creencias más basales. Unos que esto, otros que aquello, el caso que me llama a investigación es: ¿qué hace que con los mismos elementos, unos crean una cosa, y otros, la contraria?
Yo, por ejemplo, creo que el famoso "yo" no está en la conciencia sino en la piel. Vale decir, en la capa o muralla que separa los elementos propios de una célula -cualquier cosa que funga de tal (de célula), el hombre, por ejemplo, respecto de su sociedad-, de otros que no son parte de él. Una célula es ella y no otra, una persona es ella y no otra, gracias a esa superficie epitelial que separa lo propio de lo ajeno, lo mío de lo extraño. Membrana exterior, citoesqueleto o cuero con pelos, como sea su forma dada, es en tal frontera que habita el yo con proverbial naturalidad.
¿Qué me lleva, no obstante, a predicar tal cosa, desconociendo conceptos tales como los de alma, pneuma y lenguaje? ¿Desconozco acaso que cada cosa que predique ha debido pasar por la conciencia (mente o psiqué), y que es ésta la que decide errar acertándole a un concepto que también nace de ella y de su misma capacidad de error? La ciencia toda, no hace sino partir de creencias indemostradas, axiomas cuya demostración no es imposible. ¿Por qué creer -por ejemplo- que haya efectivamente un aparato de Golgi, un ribozoma, o una cierta hélice de ADN y que no sean éstos una simple apariencia conformada a partir de nuestras categorías gnoseológicas?
Hay que creer o reventar. Creer es nuestra condición, sin creencias no habría razón; sin ella, seríamos serpientes sin mirada infraroja, murciélagos sin sonar, aparatos de rayos x descangallados y rotos. La razón no es otra cosa que una herramienta; ¿acaso una hecha pa' descubrir verdades? ¡A quién le importa la verdad!; lo que cuenta es que en mérito a nuestras creencias es que vivimos y también, sobrevivimos. La razón es nuestro veneno, del cual somos inmunes, y a partir del cual intentamos "cazar", hacernos de aquello de lo cual dependemos y que por tanto, nos es necesario para seguir con vida.
No hay orden; el orden lo imponemos nosotros para explicar y conocer y así, para a partir de nuestras certezas confirmadas en la práctica -nuestra práctica autoreferencial-, dominar las circunstancias que nos hagan peligrar la vida. Somos ejecutores del código ADN, como transformers que obedecen metálicamente, mecánicamente, cuánticamente también, al código inherente que nos hace ser quienes somos. la vida no es una razón, es un sentimiento, una imposición de nuestra propia condición, sea ésta cual sea.
De esto previo se derivan algunos corolarios que a alguno, por ejemplo, lo harían aplaudir de felicidad. Pero aún no me animo a escribirlos, a confesarlos, a darlos por ciertos. Primer deberé ver qué hago con la serie de estúpidos compromisos a los que me llevó mi capacidad de errar como un imbécil en el mar de los zargazos de todas mis excusas.
Veré de pasar el fin de semana estudiando. Batería, of course; lo otro, al fin y al cabo, se limita a una pose, una actitud, un semblante a partir del cual mirar y predicar. ¿Qué determina este enfoque? El punto de vista, el locus contextual a partir del cual se practica la cosa. |